Crónica Negra de la II República


¿No tienes enemigos? ¿Es que jamás dijiste la verdad o jamás amaste la justicia? Santiago Ramón y Cajal.

19 de julio de 2012

¿De qué iba lo vuestro, de ideologías “amigos”?

Hace algunos años, después de pasar casi toda mi vida desconociéndolo, comprendí que debemos hacer lo que el corazón nos dicte y nos apremie a hacer. Sin miedo al “qué dirán”, porque qué te afecta a ti el hecho de que tengas que ser quien no eres, para agradar a quienes temes por sus críticas o desacuerdo. Si manifestándote como realmente eres te repudian, ¿qué sentido tenía para mí entonces su amistad?
     
Así es que perdí el miedo a expresar lo que siento y decidí que quien quisiera ser mi amigo o digno de mi amistad, tendría que saber respetarlo y aceptarlo; de lo contrario nada perdería sin su amistad. Y así lo hice y desde entonces es una de mis principales máximas. ¿De qué me valía una amistad que debía estar basada en la sinceridad, a costa de vivir sin ser yo? ¿Qué me aporta interiormente una relación de amistad así?

Sabía que en lo vanal (que es lo que está de moda y prácticamente es en lo que se basan la mayoría de relaciones sociales hoy), esa máxima casi ni tendría que aplicarla. Sin embargo hoy he sabido, en la práctica, cuál es el resultado de aplicarla bajo según qué materias u objetos de debate, por ejemplo sobre el de lo transcendente.

El período de la Transición Española coincidió con mi mayoría de edad. La democracia llegó, lo invadió todo y lo viví plenamente. ¡Cuántas esperanzas teníamos puesta en ella mi joven generación! Comparado con una dictadura sus beneficios deberían ser incontables. Por fin una reconciliación definitiva.

Legislatura tras legislatura socialista, se impuso paulatinamente el abdicar de todo lo que habíamos aprendido en nuestros años más jóvenes —en los que fuimos verdaderamente educados—, y “aprender” una ideología. A ser posible la más “guay” que era ser pacifista, ecologista, anarquista, comunista, socialista, verde, Ché Guevara; o sea: “progre”. Y, la verdad, mientras no me importó lo transcendente yo mismo lo fui. Mientras no supe que todo eso, en realidad, representaba el autoritarismo, la intolerancia, la insolidaridad —esto es, a todo lo contrario en la práctica, de lo que predican—, yo confieso que lo fui. Las adopté tal como lo diseñaron sus planificadores, sin rechistar. Sin saber. Sólo porque la adoptaron “todos”.  Porque lo decía la tele (o mejor por lo que no decía).

Pero cuando me introduje en lo transcendente y entendí que todo eso era mentira; que nos estaban engañando y quise así “alertar” a mis amigos y a quien quisiera oírme, tuve que dejar de serlo. Me lo pedía el corazón insistentemente, no podía ir contra él. Era algo superior a mis fuerzas, no podía luchar contra mí mismo. Corazón y mente van unidos. Están creados para funcionar juntos a pleno rendimiento en nuestro camino de evolución personal.

Abdiqué de ellas igualmente y volví a empezar desde donde lo había dejado antes de mi adocenamiento “democrático”. Empecé a verlo todo con información y perspectiva y así lo expuse, libremente. Sin miedo al qué dirán. Y comprobé que su amistad se basaba en conceptos preconcebidos no en la aceptación y el respeto. Y me ha merecido la pena entenderlo, me siento pleno y seguiré siendo yo mismo. Ahora digo abiertamente que sacudirse “amigos” es quitarse un “peso” de encima.

Las consecuencias de aquella segunda abdicación de lo “progre” las he sentido hoy mismo. Y hoy lo he sabido. Y hoy es cuando con más fuerza digo: cuánto tiempo, malgastado, perdido. ¿De qué me sirvió? ¿Qué de transcendente tuvo? ¿De qué ibais, “amigos”? ¿De prejuicios? Si en vuestros dogmas hubiese basado mi amistad, jamás la hubieseis tenido.

No me abrazo a ideologías, mi única revolución es la personal, la interior y el culto a la verdad, como dijo Miguel de Unamuno. No creo en los partidos pues diluyen y distorsionan la realidad, creo en las personas responsabilizándose de lo que hacen. Creo que las gentes no tienen que ser ni comunistas, ni fascistas, ni socialistas, etc. El ser humano tiene que ser una persona cabal, hacer su trabajo honestamente y no confundir valores humanos con ideología. Creo que estamos aquí para encontrar la transcendencia a nuestro paso por esta vida. Por algo será que somos diferentes a los animales en lo que al raciocinio se refiere, aunque, es cierto, siempre nos hemos parecido mucho a peor.

Y me parece mentira tener que explicar esto a estas alturas. ¿En qué os estáis convirtiendo criaturitas de Dios? ¡Iros al carajo, bultos con ojos cerrados!

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